13 de junio de 2007

Cal y Arena (I) : Isaac Newton

La humanidad es un fenómeno extremadamente interesante desde que existe la escritura. La memoria de hombres y mujeres excepcionales puede transmitirse de generación en generación, construyendo todo aquello que hoy nos permite vivir tan mejor que antes.

Nuestra esperanza de vida se ha dilatado mucho más allà de lo que le fué permitido vivir a nuestros antecesores en el mundo, y nuestra calidad de vida sería la envidia de todos los que nos precedieron.

Esto, repito, se lo debemos a personas que dedicaron una importante fracción de su vida a adquirir conocimientos que luego compartieron con nosotros.

Voy a empezar una serie de minibiografías para ilustrar lo desagradables que pueden haber llegado a ser estas personas tan importantes para nosotros. Porque esta gente, con su genio, su creatividad, y toda la herencia que nos han dejado, fueron, y son, personas al fin y al cabo.

La razón por lo que me embarco en tan dolorosa empresa ya la expresó Shakespeare por boca de su, tal vez, más conocido personaje: Hamlet, quien afirma que "La locura de los grandes no tiene que pasar inadvertida".

Hoy: Sir Isaac Newton.

Sir Isaac Newton imaginó, con mucho acierto, la teoría de la gravitación universal. A él le debemos la base teórica de lo que luego se ha desarrollado para hacer de éste un mundo más cómodo y con más medios para ser disfrutado.

Le debemos, junto con Leibniz, también, la invención del cálculo infinitesimal. Aquí entramos en una de sus facetas más polémicas. Se desquitó a gusto, y con miserable sadismo, destrozando en cuanto pudo al alemán. Y así lo constató. Cuando aquel murió, expresó la satisfacción que había experimentado "rompiendo el corazón de Leibniz".

La admiración que siento por Newton contrasta enormemente con el desprecio nauseabundo que me despierta su interés por ejecutar falsificadores cuando entró como director en la Real Casa de la Moneda. No se cortó en asistir a algunas de las ejecuciones.

Se encargó de escribir muy bien sobre él, aunque firmando en nombre de otros, lo cual no deja de ser bastante feo.

Después de este susto, ya un par de anotaciones para terminar:

Lo de la manzana que le cayó en la cabeza, es falso. Y nunca perdonó a su perro por comerse su trabajo porque nunca tuvo perro (ni ningún animal doméstico).

No me miréis mal por sacar a relucir los "trapos sucios" de gente que, por otra parte, han hecho del mundo un lugar mejor. Solamente pretendo romper el principio de autoridad que tanto disgustaba a Einstein (que, por cierto, será el próximo).

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