14 de junio de 2007

Cal y arena (II): Albert Einstein

Me enfrento, no sin gran pesar, al triste (aunque necesario) deber de informaros sobre las miserias que envolvieron a una de las personas que más he llegado a admirar por su valor no solo histórico, sino también personal.

En este segundo capítulo de "Cal y arena", y tras haberme ganado el infierno menoscabando el respeto merecido por alguien tan valioso como Sir Isaac Newton, me descubro desnudo y desamparado ante un deber adquirido voluntariamente, aunque no por eso menos importante, sino todo lo contrario.

Porque hoy toca: Albert Einstein.

Albert Einstein, cuyo nombre es más conocido que los más conocidos futbolistas, es, ni más ni menos, considerado el padre de la física contemporánea y complementos.

Su extremada lucidez y preclaridad le llevaron, trabajando en la oficina de patentes de Zürich (por necesidad más que otra cosa) a desarrollar una de las teorías científicas más complejas que puedan asimilarse con la intuición. Nada más y nada menos que la famosa (que no comprendida, lo qual no alcanzo a entender) Teoría (sí, con mayúscula) de la relatividad.

Los padres de la madre de E=mc^2 son un sueño demasiado lúcido como para ser considerado tal, y una brújula que, al parecer, le regaló su tío cuando era niño.

La fuerza, confesó él mismo, que impulsaba a la aguja a mantener siempre la misma dirección, por eso de ser invisible, se le antojaría algo parecido a la magia de Harry Potter. Pero ÉL quiso saber POR QUÉ. Y ahí se mantuvo, largos años, la idea latente en la mente del joven Einstein, esperando ser soñada en un contexto lo suficientemente apropiado (el aburrimiento de una oficina de patentes puede llegar a ser muy inspirador, como esta historia muestra) como para convertirse en una de las teorías más revolucionarias de la historia. Se mantiene el misterio, pero alcanzar una teoría unificada de campos fué el motor principal de su pensamiento, donde germinó la teoría de la relatividad.

No olvidemos que, sin ella, tendríamos vetado el camino a las estrellas que tan próximo nos espera para abrirnos las puertas al universo. El futuro de la humanidad (especialmente viendo la importancia que le dan los EEUU al medio ambiente) terminaría en ruina total sin su conocimiento. Disponemos de la energía que necesitamos gracias a la fisión y (pronto, esperemos) la fusión nuclear, inconcebible sin la teoría de la relatividad de Einstein.

La misma teoría, vamos, responsable de desastres históricos como la chapuza de Chernobil, la bomba atómica, cánceres de todo tipo, mutaciones genéticas, y un largo etcétera de despropósitos que han provocado más muerte y dolor que todas las batallas de Napoleón Bonaparte (ahí es ná).

Peeeeeeeeeeeeero. Era un buenazo (a los ojos de la historia). Y yo lo creo.

La intención, dicen, es lo que cuenta. Aunque también dicen que el infierno está empedrado de buenas intenciones... Para que te fíes de la sabiduría popular...

El responsable de tanta muerte y tanta guerra fué, paradójicamente, una de las almas más pacifistas que hayamos podido disfrutar. Pero en plan activista y todo ¿eh? no te creas... En esa época (tan macartista por otra parte) el FBI llegó recopilar más de 4000 páginas relatando las distintas y diversas acividades de Einstein como agente secreto de los comunistas (staban paranoicos, no lo olvidemos).

Weno. Se supone que debo sacar a relucir lo malo de gente a la que, en realidad, admiro. Esta vez me cuesta un montón y me siento en la necesidad orgánica de ir a confesarme después de postear esto, pero debo...

Lo peor, en mi opinión, de este hombre, ya os lo he dicho. Tanta muerte es difícil de digerir.

Ahora os vomitaré lo peor, ya no en mi opinión, sino en el de la corrección política.

¿Preparados?
¿Listos?
¡YA!

Señoras y señores, damas y caballeros, (niños y niñas, no. A la cama).

Albert Einstein era MISÓGINO.

¡ARGH!

Para él, una mujer y un perro se distinguían en que la mujer podía cocinar y el perro podía ser su mejor amigo (de él, no de ella).

Nunca aceptó que una mujer pudiera tener derecho a voto como un hombre.

(Dios, perdóname).

Por otro lado, y aunque muy probablemente la mecánica cuántica hubiera tardado más en aparecer sin él, Einstein jamás aceptó una física que demostrara la invalidez del principio de causalidad como un absoluto, según el cual todo efecto tiene una causa (experimentos que corroboran fenómenos como el efecto túnel dejan claro que el principio de causalidad no es necesario a escalas subatómicas).

Si no me parte un rayo en los próximos días, preparáos para el tercer episodio de Cal y Arena.

Con llagante pesar,
Norl.

13 de junio de 2007

Cal y Arena (I) : Isaac Newton

La humanidad es un fenómeno extremadamente interesante desde que existe la escritura. La memoria de hombres y mujeres excepcionales puede transmitirse de generación en generación, construyendo todo aquello que hoy nos permite vivir tan mejor que antes.

Nuestra esperanza de vida se ha dilatado mucho más allà de lo que le fué permitido vivir a nuestros antecesores en el mundo, y nuestra calidad de vida sería la envidia de todos los que nos precedieron.

Esto, repito, se lo debemos a personas que dedicaron una importante fracción de su vida a adquirir conocimientos que luego compartieron con nosotros.

Voy a empezar una serie de minibiografías para ilustrar lo desagradables que pueden haber llegado a ser estas personas tan importantes para nosotros. Porque esta gente, con su genio, su creatividad, y toda la herencia que nos han dejado, fueron, y son, personas al fin y al cabo.

La razón por lo que me embarco en tan dolorosa empresa ya la expresó Shakespeare por boca de su, tal vez, más conocido personaje: Hamlet, quien afirma que "La locura de los grandes no tiene que pasar inadvertida".

Hoy: Sir Isaac Newton.

Sir Isaac Newton imaginó, con mucho acierto, la teoría de la gravitación universal. A él le debemos la base teórica de lo que luego se ha desarrollado para hacer de éste un mundo más cómodo y con más medios para ser disfrutado.

Le debemos, junto con Leibniz, también, la invención del cálculo infinitesimal. Aquí entramos en una de sus facetas más polémicas. Se desquitó a gusto, y con miserable sadismo, destrozando en cuanto pudo al alemán. Y así lo constató. Cuando aquel murió, expresó la satisfacción que había experimentado "rompiendo el corazón de Leibniz".

La admiración que siento por Newton contrasta enormemente con el desprecio nauseabundo que me despierta su interés por ejecutar falsificadores cuando entró como director en la Real Casa de la Moneda. No se cortó en asistir a algunas de las ejecuciones.

Se encargó de escribir muy bien sobre él, aunque firmando en nombre de otros, lo cual no deja de ser bastante feo.

Después de este susto, ya un par de anotaciones para terminar:

Lo de la manzana que le cayó en la cabeza, es falso. Y nunca perdonó a su perro por comerse su trabajo porque nunca tuvo perro (ni ningún animal doméstico).

No me miréis mal por sacar a relucir los "trapos sucios" de gente que, por otra parte, han hecho del mundo un lugar mejor. Solamente pretendo romper el principio de autoridad que tanto disgustaba a Einstein (que, por cierto, será el próximo).